lunes, 23 de junio de 2008

La nueva generación


Existe un Carlos Rojas que creció viendo llorar de rabia e impotencia a jugadores de fútbol vistiendo "la roja". Un Carlitos que a los cinco años, luciendo melenaza negra y pantalones de campana, se dedicaba a pegar cromos en el álbum del mundial de Argentina 78 mientras de fondo escuchaba cómo un tal Cardeñosa fallaba un gol cantado contra Brasil que hubiese dado a España la clasificación para cuartos. Un niño que cuatro años después se embutía en una camiseta de Naranjito y veía como la ilusión de toda una nación se iba al garete a las primeras de cambio. Un niño al que le gustaba jugar de portero, hasta que a los once años vio como a su ídolo (¡no pasa nada, tenemos a Arconada!) se le escurría el balón bajo los brazos en la única final que le había visto jugar a España. Un adolescente que aprendió lo que significaba el término "gol fantasma" de la forma más cruel, cuando Michel estrelló aquel tiro en el larguero de Brasil en el mundial de México 86. Por aquel entonces ya había cambiado el balón de fútbol por el del baloncesto, un deporte que ofrecía muchas más alegrías a la afición española, aunque siempre mirando a las lejanas estrellas de EE.UU. desde el telescopio.

¡¡ E-pa-ña !!¡¡ E-pa-ña !!
Camiseta homenaje a Luis Enrique (¡¡ VENDETTA !!)

Hoy tenemos a este otro Carlitos Rojas. A sus dos añitos ya ha visto a España ganar el campeonato del mundo y el subcampeonato de Europa de baloncesto, ha visto a un español jugar la final de la NBA y ha disfrutado viendo pasar de cuartos (ver vídeo adjunto) a la selección en la Eurocopa de fútbol. Así que, para él, lo normal, lo habitual, lo que estará acostumbrado a ver en TDT o Alta Definición, será a una España ganadora. Su frase "a España le pasó lo de siempre" tendrá un significado muy distinto al que le ha dado su padre durante todos estos años, y que tal día como hoy ha dejado de tener sentido.


jueves, 12 de junio de 2008

Un catalán plagia burdamente un dibujo de mi Ale

De piedra me he quedado al comprobar que un pintor (de brocha gorda, seguramente) que se hace llamar Joan Miró está exponiendo una obra en el Museo Reina Sofía que es una copia exacta de un dibujo que ha hecho Ale para un trabajo del cole. Para más inri, resulta que el tal Miró (que por lo que he podido averiguar se gana la vida vendiendo electrodomésticos) ha fusilado hasta el nombre de la obra, que Ale había bautizado originalmente como Mujer, pájaro y estrella.

Juzguen ustedes si esto es para indignarse o no:

El original, con la firma bien visible

La copia del vendedor de lavadoras

Evidentemente, en cuanto constaté el flagrante atentado contra la propiedad intelectual me personé primero en los juzgados, y luego en la SGAE (entremedias me pasé a recoger la consola, que ya le han puesto el chip, y de paso comprar una tarrina de DVD's Verbatim), con objeto de denunciar el plagio y proteger el resto de obras pictóricas de mis niños, no sea que a la vendedora de coches esa (la Sara Picasso) le de también por dedicarse al lucrativo hobby de pintora-copiadora.

Por eso, si veis estas obras en un museo y no están atribuidas a Ale y Carlitos, dadme un toque al móvil:

Plaptín (Ale). No me preguntéis qué demonios es eso. Os recuerdo que es arte abstracto.

Máquina Diento (Ale). Se puede der como el deloz diento arrastra diolentamente todo a su paso

Trupus (Ale). Este cuadro sí podría explicarlo, pero es un marrón.

Retrato de papá (Ale). Este no necesita explicación, aunque... ¿no me parezco un poco a Aznar?

Sin título (Carlitos). El objetivo era romper todas las puntas de los lápices del hermano.

Mano amarilla sobre papel arrugao (Carlitos). Técnica de óleo sobre tela marinera y paredes del salón.

miércoles, 11 de junio de 2008

Tenía pendiente felicitar al campeón de Liga

¡Raúl selección!

Dedicado a mis amigos merengones. Por favor, tened cuidado con esta foto de mi niño, que cualquier día me la encuentro publicada en Internet.

Tito Dani, no te preocupes que cuando le preguntan a Ale de qué equipo es, siempre responde que "es de Sevilla" y del Barça. Natural de Sevilla y del Barça, se entiende,
jeje, tito Dani, .... ¿tito Dani?... ¡¡ TITO DANI, REACCIONA !!

martes, 10 de junio de 2008

Samantha Darko (¡Oh, no, al final lo van a hacer!)

Una película tan enigmática, embaucadora, fascinante, inexplicable e inconclusa como es Donnie Darko resulta perfecta tal y como es. De principio a fin, fotograma a fotograma, con sus virtudes e imperfecciones, es una obra acabada, redonda, autoexplicativa. Como las grandes obras de arte, cada uno la percibirá de distinta forma, cada espectador la sentirá (o no) a su manera; para mí, como muchos ya sabéis, su música, sus imágenes, sus interpretaciones, componen un lienzo que me resulta profundamente evocador, y sinceramente no sé explicar muy bien por qué. Con razón su director, un veinteañero llamado Richard Kelly, se convirtió inmediatamente en autor de culto (confieso que tengo reparos en ver Southland Tales, su segunda película que, según dicen, lo tira violentamente del pedestal). Es como cuando escuchamos a Nirvana por primera vez en los 90: te enfrentas a algo nuevo, fresco, original, pero tan lleno de referencias que te resulta tremendamente familiar. Inmediatamente se crea un vínculo, una conexión con el autor. Estamos ante la génesis del "fan".

¡Cucuu!... fan

Por eso, como fan confeso de esta peli, se me han revuelto las tripas (bueno, también es que me he tomado una cena algo pesadita, ejem) cuando me he enterado de que van a perpetrar una secuela de esta obra de culto, motivada precisamente por el tirón que sigue teniendo gracias a la intenné, donde para colmo de males ni siquiera va a intervenir el propio Richard Kelly. Sí, han contratado a la actriz que hacía de hermana pequeña de Donnie (igual que Linda Blair volvió a protagonizar la que para muchos es la peor secuela de la historia: El Exorcista 2), pero lo mires por donde lo mires Samantha Darko huele a bodrio por los cuatro costados. Qué pena.


Y por cierto, sin ser yo muy fan de Nirvana, esto otro también me parece un crimen execrable. ¡Qué grima da!


miércoles, 4 de junio de 2008

Mi profe Estani y los 0,5 grados de separación

El artista, su obra y la agradecida familia

Como en mi Badajoz la regla de los seis grados de separación se reduce casi siempre a "cero y medio", resulta que Estanislao García (el escultor del busto de mi padre, que ya tiene otras obras repartidas por la ciudad) fue mi profesor de dibujo técnico en en el instituto. Recuerdo que sus clases eran relajadas, de esas en las que el profe (muy buena gente, además) te deja trabajar un poco a tu aire, sin presionar pero ofreciendo su ayuda en todo momento. Aunque, para ser sincero, lo que mejor recuerdo de él es una anécdota un poco "gamberroide" que protagonicé en C.O.U. (yo creo que fue la única de mi vida) junto a mi inseparable colega de aquella época, Álvaro Tanco. Resulta que éste se había mudado ya a Cáceres (habíamos sido compañeros de pupitre hasta tercero en el "insti"), así que aquel día de clase que nos hizo una visita al Bárbara, durante el recreo le convencí para que, en honor a los viejos tiempos, se colase en mi clase de dibujo y echásemos así unas risas tontas propias de la edad. "No te preocupes, si Estani es el típico artista despistado, va a los suyo, seguro que no se da ni cuenta", le dije, convencido de que la presencia de mi colega pasaría desapercibida fundamentalmente porque el bueno de Estani no conocía bien a todos sus alumnos, o al menos eso pensaba yo. "Además, como eres chiquitajo...", añadí con sorna usando una broma recurrente cuando se trataba de Alvarito. El caso es que al final se sentó a regañadientes a mi lado en la última fila, oculto además tras una maraña de mesas de dibujo, escuadras y cartabones por si acaso. Pero cuando Estani entró en el aula, su inesperada reacción me dejó atónito: se paró en seco, como alertado por un sexto sentido, señaló hacia donde nos encontrábamos y soltó un convincente: "¡Tú, fuera, que no perteneces a esta clase!". Y el pobre Álvaro salió avergonzado por la puerta, cabizbajo, dedicándome una mirada acusadora que sin duda me merecía. Siempre pensé que hubo algo de sobrenatural en aquella reacción del entrañable profesor (que evidentemente "controlaba" más de que lo yo suponía), incluso me recordó a aquella escena de La invasión de los ultracuerpos, cuando los extraterrestres suplantadores descubrían a un humano auténtico: sólo faltó el famoso gritito que helaba la sangre.