Para no enrollarme mucho, resumo esos "detallitos" del viaje en 5 puntos:
1.- Había demasiada gente por allí. En general. En todos lados (hoteles, aledaños, parques, etc.). Sí, ya sé, he estado cuatro días en temporada alta, pero es que aún así ha habido momentos en los que sólo desplazarse con los carritos era una tarea imposible. Por no hablar de las colas. En Disneyland he descubierto las colas recursivas: son las colas que se forman para poder acceder a las colas. Y las aglomeraciones que se formaban con las "cabalgatas" (los desfiles de personajes) ya ni te cuento. Bullas, empujones, gente subida hasta en las farolas, y todo eso en plena semana de pasión...eeer...¿les suena de algo? Pues casi se me escapa un ¡¡ Ar sielo con Mickey !!
2.-Todo es carísimo. Sí, vale, eso ya lo sabíais, es de perogrullo. Pero es que de verdad que todo es carísimo, y además hay que pagar por todo (aunque la mejor inversión fue la de alquilar un carrito para Ale, algo que es imprescindible con niños incluso mayores). Y claro, cómo te vas a ir sin comprar ese detallito, ese recuerdo inolvidable o ese peluche encantador (artículos que, por otro lado, no se diferencian mucho de los que puedes comprar en los puestos de la feria). La VISA sufre, aunque cuando más sufría la mía era cada vez que la usaba para pagar los 50 leuros por la bazofia que allí llaman "comida". Y a eso voy ahora...
Los 7,5 € diarios por el alquiler del carrito, la mejor inversión.
Vigílalo, porque los roban, y al final del día no te olvides de "revolverlo" :-)
Vigílalo, porque los roban, y al final del día no te olvides de "revolverlo" :-)
3.- La comida en Disneyland no es que sea mala... ¡¡es peor!!. Es verdad que dentro del parque está todo limpísimo, no hay nada de basura. Pero te la encuentras en el plato de comida, al pedir un "menú Pluto" o similar. Y lo peor es que no hay mucho donde elegir, a pesar de las decenas de restaurantes y sitios que hay en el parque, casi todos te ponían lo mismo: la hamburguesa Pluto, la pizza Mickey o los nuggets más resecos que la garganta del Pato Donald. Sólo salimos de ese "Triángulo de las Basuras" en un par de ocasiones, cuando encontramos un sitio de crepes y otro de "fish and chips", que tampoco es que fuesen nada del otro mundo,pero al menos eran cosas comestibles. Eso sí, los desayunos en el hotel (a base de deliciosos croissants, dulces de todo tipo, quesos, frutas, etc) eran espléndidos, menos mal.
4.- En Disneyland, los niños se portan MAL. Este hecho puede resultar contradictorio, pero si lo pensáis con detenimiento no lo es. A los niños, en casa, muchas veces se les riñe: "¿Cómo se te ha ocurrido hacer esa trastada? ¿Tú que te crees, que estás en Disneylandia?". Pues bien, ahora sí están en Disneylandia. Es fácil confundir ese sitio con el "país sin reglas", o el "país tengo derecho poseer todo lo que veo", o "hago lo que me da la gana sin temer consecuencias". Fue paradójico comprobar la cantidad de niños que vi llorando, pataleando o gritando de rabia por las calles de Disneylandia. Y no voy a hablar del momento de meterlos en la cama, con los padres reventados de cansancio y ellos aún a tope de energía, sobreexcitados. Me entra sueño sólo de recordarlo.
5.- Los "Fast Pass", ni tan "fast", ni tan "pass". Una cola normal, en una atracción normal, solía tener un tiempo de espera entre 30 y 45 minutos, aunque muchas veces éstas eran de 70 y 90 minutos. Para evitar esto, existe el invento éste de los "Fast Pass", que es como "pedir cita" para entrar en la atracción a una hora concreta, lógicamente sin esperar cola alguna. Pues lo dicho, ni tan "fast" (aunque menor, también hay que hacer cola) ni tan "pass" (cada persona, hasta que no pasa la hora de su "fast pass", no puede sacar otro en otra atracción). Así que elige bien donde quieres montarte, porque no vale eso de pasarte toda la mañana pillando "fast pass" para entrar por la tarde a todos los sitios sin esperar a la cola (me creía muy listo yo...)
En fin, para terminar, omito intencionadamente entrar en los peliagudos aspectos "éticos" de un sitio como éste, donde se explota descaradamente la ilusión infantil (la más rentable, sin duda) y donde se muestran unos valores a los niños que a mí personalmente me dan un poco de repelús (no os perdáis las fotos de los "príncipes y princesas panolis" en el artículo anterior), pero considero que éste es otro precio que hay que pagar por ofrecer este delicioso bocado de ilusión y felicidad a mis entusiasmados niños.
¡¡ Ah, y una última advertencia, muy importante !!. Hay un antes y un después en el viaje a Disneyland, marcado por el momento exacto en que le compramos a Marcos un álbum de autográfos y fotografías para que lo rellenase con las firmas e imágenes de sus ídolos. A partir de ese instante, Marcos (con su inseparable reportero gráfico, o sea, yo) se transformó en un implacable paparazzi a la caza del famoso dibujo animado. En serio, estaba obsesionado, las atracciones quedaron en segundo plano; lo único importante era conseguir las firmas y fotos del jodido Jack Sparrow y del
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